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LA SITUACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SUS PROBLEMAS.

Miré los muros de la patria mía,

si un día tiempos fuertes, ya desmoronados,

de la carrera de la edad cansados, 

por quien caduca ya su valentía.

 

Francisco de Quevedo. 

Durante el siglo XVII la Monarquía hispánica perdió la hegemonía que en el siglo anterior había ostentado en Europa.

 

* Militarmente fue derrotada en varias guerras y se vio obligada a ceder gran parte de sus posesiones.

 

* Económicamente se empobreció debido al esfuerzo que significaron las continuas guerras. 

 

* Humanamente sufrió un descenso de la población y careció de la capacidad política para mantener su hegemonía. 

 

 

Los monarcas del siglo XVII.

 

Durante el siglo XVII reinaron los tres últimos monarcas de la Casa de Austria. Todos ellos dejaron el gobierno de sus Estados en manos de privados o validos.

 

* Felipe III confió el gobierno al duque de Lerma y Uceda. Durante su reinado se produjo la expulsión de los moriscos, lo que contribuyó a debilitar la economía. 

 

* Felipe IV entregó el gobierno al conde duque de Olivares. En su tiempo, Portugal y Holanda se independizaron y se sufrieron derrotas ante la monarquía francesa que ocasionaron la pérdida del Rosellón y otras posesiones españolas. 

 

 

* Carlos II, débil y enfermizo, dejó también el gobiero en manos de validos. En su tiempo la decadencia española llegó a una situación de máxima gravedad.  

 

El carácter absoluto de la monaquía chocó con los derechos, sobre todo los de tipo fiscal, contenidos en los fueros de algunos de los territorios peninsulares que integraban España. 

 

 

 

EL REINADO DE FELIPE III (1598-1621).

 

Política exterior. 

 

Felipe III entregó el gobierno al duque de Lerma, que fue quien dirigió realmente los destinos de la Monarquía. El reinado se caracterizó por el mantenimiento de la paz. Incluso en los Países Bajos, donde se inició la guerra, se concertó la Tregua de los doce años, que sólo fue posible concediendo a los holandeses la práctica independencia en sus asuntos, aunque siguieran perteneciendo a la Monarquía hispánica.

 

Política interior. 

 

Dos hechos marcan la política interior de Felipe III:

 

* La corrupción administrativa, que se hizo general y dio lugar a la compra de cargos y al desgobierno causado por la poca capacidad de los validos.

 

* La expulsión de los moriscos, que se consumó en el año 1609. Esta expulsión resultó muy perjudicial para la agricultura, sobretodo en los reinos de Aragón y Valencia, donde los moriscos eran muy numerosos y cultivaban las huertas con gran eficacia. 

 

 

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Felipe III a caballo. Hacia 1635. Museo del Prado.

Pedro Pablo Rubens, Retrato ecuestre del duque de Lerma. 1603. Museo del Prado.

Vicente Carducho, La expulsión de los moriscos. Hacia 1627. Museo del Prado. 

 

EL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665).

 

El reinado de Felipe IV recogió los frutos del desgobierno anterior. Su privado, el conde-duque de Olivares, era inteligente y trabajador, pero embarcó a la Monarquía en continuas guerras que terminaron en fracaso. 

 

Política exterior. 

 

Durante el reindo de Felipe IV la Monarquía apenas conoció un año de paz.

 

* En la guerra de los Treinta Años sufrió el descalabro de Rocroi.

 

* En la guerra con Holanda se perdió el dominio de aquellos territorios, cuya independencia se reconoció en la Paz de Westfalia (1648).

 

* En la guerra contra Holanda se perdieron el Rosellón, la Cerdaña y otras plazas en Flandes que, por la Paz de los Pirineos, pasaron a manos francesas. 

 

Política interior. 

 

La política centralista del conde-duque de Olivares provocó levantamientos en Cataluña, Aragón, Nápoles y Sicilia. Los levantamientos de Cataluña y Portugal revistieron especial gravedad. Los portugueses expulsaron a los castellanos y se declararon independientes, proclamando como rey al duque de Braganza. 

 

 

 

CARLOS II. EL OCASO DE LA MONARQUÍA  (1665-1700).

 

Carlos II era débil y enfermizo. Durante su minoría de edad fue regente su madre Maríana de Austria, que confió el gobierno a diversos validos. 

 

Cuando el rey alcanzó la mayoría de edad tampoco llegó a gobernar, sino que lo hicieron en su nombre su hermano bastardo don Juan de Austria y el duque de Oropesa. Durante el reinado de Carlos II la Monarquía mantuvo guerras con Francia, que se encontraba en un periodo de esplendor y le derrotó en múltiples ocasiones. Pero el rey de Francia, Luis XIV, no quiso aprovechar demasiado su victoria porque Carlos II no tenía sucesor y el monarca francés aspiraba a sentar en el trono de la Monarquía hispánica a su nieto Felipe de Anjou.

 

Hasta tal punto llegó la decadencia española que, antes de morir el rey, las potencias europeas ya se disputaban el trono. Con la muerte de Carlos II, en el años 1700, se extinguió la Casa de Austria, que desde Carlos I, y durante casi doscientos años, había reinado en España. 

 

 

 

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, Felipe IV a caballo. Hacia 1665. Museo del Prado. 

Juan Carreño de Miranda, Carlos II. Hacia 1680. Museo del Prado.

Los problemas económicos. 

El siglo XVII fue un periodo de crisis económica para España, principalmente para Castilla. La Hacienda no pudo sufragar todos los gastos provocados por las numerosas guerras. Por ello los reyes dejaron de pagar sus deudas (bancarrotas). Las bancarrotas provocaron la crisis de los banqueros y prestamistas. 

 

La crisis económica afecto a toda la sociedad. Las malas cosechas agrícolas fueron habituales durante todo el siglo. La artesanía y el comercio continuaron la decadencia que se había iniciado en la segunda mitad del siglo XVI.

 

En el siglo XVII la población sufrió un importante descenso. Pasó de ocho a seis millones de habitantes, y España se convirtió en uno de los países europeos con menos densidad de población. 

 

A partir de 1660 se inició un lento proceso de recuperación, pero que afectó solamente a Cataluña, Valencia y otras zonas concretras.

 

 

La sociedad atravesó una profunda crisis en el siglo XVII. Muchos de los valores del siglo anterior, que la habían llevado a alcanzar la supremacía mundial, se deterioraron o desaparecieron. La intransigencia en la costumbres y en las formas de vida favoreció una sociedad donde se persiguió a las minorías y se expulsó a los que no pensaban como la mayoría, como ocurrió con los moriscos bajo el reinado de Felipe III.

 

El ambiente estuvo cargado de pesimismo colectivo como consecuencia de las derrotas militares, la pérdida de la hegemonía europea, los agobios de las cargas fiscales y una situación económica dominada por los problemas. A ello se sumaron las dificultades materiales, la falta de higiene y la presencia continua de la enfermedad y la muerte. 

Una sociedad en crisis

Juan Bautista Martínez del Mazo, Vista de Zaragoza (detalle). 1647. Museo del Prado.

 

La alimentación reflejaba las diferencias sociales existentes. Los productos básicos de las clases populares fueron el pan, las legumbres y las verduras, que se completaban con el consumo de queso. En la alimentación de las familias acomodadas, en cambio, la carne desempeñó un papel importe; solían comerla guisada y muy especiada, lo que llamaba la atención de los extranjeros que nos visitaban. El pescado tuvo una menor importancia, pero su consumo se elevaba de forma imporante en Cuaresma. Generalmente, tanto entre las clases populares como entre las acomodadas, sólo se realizaba una comida al día.

 

La bebida más típica de la época fue el chocolate, traído por los españoles de América. Se tomaba muy espeso y a cualquier hora del día, y además era consumido por todas las clases sociales.

Alejandro de Loarte, La gallinera, 1626. Museo del Prado.

 

 

La vida cotidiana estuvo dominada por las apariencias. El honor, la fidelidad al rey, la religiosidad o la honra fueron los valores supremos de aquellos españoles. Para tener honor y honra no se debía trabajar o, al menos, no se debían ejercer oficios manuales, considerados serviles y mal vistos. 

 

La condición de noble era incompatible con el trabajo y, como ennoblecerse era una aspiración de muchos, la consecuencia fue el rechazo y la aversión al trabajo. Se prefería la carencia de medios, e incluso la miseria, a la deshonra de trabajar. Este tipo de hechos aparecen reflejados en la novela picaresca, típica de la época.

 

Si el trabajo se rechazo, el ocio fue una especie de deseo supremo. Nos se trabajaba los domingos ni las llamadas "fiestas de guardar", que en aquella época eran más de cien al año. Cualquier motivo era bueno para abandonar las tareas diarias: un estreno teatral, una festividad religiosa, una corrida de toros o la celebración de algún hecho relevante, como una victoria militar, una boda real o el nacimiento de un heredero al trono. 

 

 

Francisco Rizi, Auto de fe en la plaza Mayor de Madrid. 1683. Museo del Prado.

 Vestimenta de hombres y mujeres. 

 

Las prendas de vestir más tipicas de los hombres adinerados fueron el jubón, las calzas y la capa. Las clases más humildes vistieron calzones, que llegaban hasta la rodilla, y camisas de lienzo. Cubrían su cabeza con grandes sombreros de alas anchas.

 

Entre las mujeres de las clases adineradas los vestidos fueron de un lujo extraordinario. La prenda más característica fue el guardainfante, una especie de armazón de hierro que daba a las faldas una forma acampañada. Las mujeres de las clases populares vestian faldas largas y lisas, camisas y pañuelos que cubrían los hombres y se anudaban al pecho. 

 

 

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. La reina doña Mariana de Austria. 1652-1653. Museo del Prado.

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