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Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. 

 Miguel de Cervantes.

 

 

El deseo se dice del anhelo de saciar un gusto. La agradabilidad que conmueve nuestros sentidos, sea por encauzamiento, o motivado por vivencias pasadas, o por neto reflejo corporal, ya sea por objetos materiales, por saber, por personas o por afectos.

 

El deseo es la consecuencia final de la emoción inducida en origen por la variación del medio.

 

La cadena causa-efecto que le corresponde es la siguiente:

 

Emoción → Sentimiento → Deseo.

 

El deseo y su satisfacción, forman parte de la naturaleza humana. Satisfacer los deseos de forma adecuada implica el uso de la empatía para evitar agredir, y en consecuencia, provocar respuestas violentas. 

 

 

 

Luis Vives define el deseo como "apetito del bien que nos parece conveniente, ya con el fin de alcanzarlo, si no lo tenemos, o de conservarlo si lo poseemos". Los deseos, dice, reciben sus nombres específicos según los objetos en que recaen: amor, gula, ambiación. Según Vives, la confianza disminuye los deseos, mientras el temor los acrecienta. Para alcanzar lo que deseamos se ha concedido al hombre el cuidado, la diligencia, la astucia; para conservarlo y custodiarlo, la cauta previsión. 

 

 

CAMPO SEMÁNTICO DEL DESEO

Ganas

 

 

Querer

Ansiedad

Apetito

Anhelo 

Empeño

Impaciencia

 

Susana y los viejos, Tintoretto, 1552. 

 

Susana, una bella mujer, esposa de Joaquín, un rico e influyente judío es vista y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces entre los judíos en el exilio en Babilonia. Los dos viejecillos se ponen de acuerdo para sorprender a solas a Susana y así abusar de ella.

 

Los dos ancianos jueces, al verse rechazados, acusan a Susana de adulterio, y ésta es llevada a juicio, donde los dos ancianos testifican falsamente en su contra haberla visto reposando con algún jovenzuelo en algún cierto paraje del vergel de su esposo.

 

Ante la importancia y la "credibilidad" de sus acusadores, Susana es condenada a morir apedreada. Mas, cuando es llevada por la congregación para ser lapidada, el profeta Daniel, que por aquel entonces, es sólo un tierno niño, aprendiz de las artes de la consejería, con miras a ejercerla al servicio del rey Nabucodonosor, detiene el cortejo del pueblo que lleva a Susana hacia el sitio de su lapidación, reprende a la gente por estar actuando sin conocimiento pleno de la causa, y pide separar a los dos viejecillos para interrogarlos con inteligencia. Tal como sucede en los procesos en los que se implementa dicho procedimiento, los dos falsos testigos incurren en tremenda inconsistencia o contradicción en sus declaraciones.

 

Ante la evidencia del falso testimonio de los jueces, la bella y noble dama es exonerada de todos los cargos que habían sido afincados en su contra, y los dos viejecillos mueren ejecutados en lugar de Susana.

 

Los pintores venecianos mostraron predilección por el momento inicial de la historia, aquel en el que Susana es espiada por los viejos mientras se baña. La razón de esta elección era representar, arropado en un envoltorio bíblico, el tema preferido de la clientela: el desnudo femenino, y de hecho, los pintores visualizaron este episodio bíblico bajo la forma de una cortesana tomando un baño.

 

 

Apolo persiguiendo a Dafne, Cornelis de Vos, 1636. 

 

Apolo , dios de las artes y la música, fue maldecido por el joven Eros después de que se burlase de este por jugar con un arco y flechas.

 

El irascible Eros tomó dos flechas, una de oro y otra de plomo. La de oro incitaba el amor, la de plomo incitaba el odio. Con la flecha de plomo disparó a la ninfa Dafne y con la de oro disparó a Apolo en el corazón. Apolo se inflamó de pasión por Dafne y en cambio ella lo aborreció. En el pasado Dafne había rechazado a muchos amantes y en cambio había demostrado preferencia por la caza y por explorar los bosques. Su padre, Peneo, le pidió que contrajera matrimonio para que así le diese nietos. Sin embargo, rogó a su padre que la dejase soltera. A pesar de esto, Peneo le advirtió que era demasiado hermosa como para mantener por siempre lejos a todos sus pretendientes.

 

Apolo continuamente la persiguió, rogándole que se quedara con él, pero la ninfa siguió huyendo hasta que los dioses intervinieron y ayudaron a que Apolo la alcanzara. En vista de que Apolo la atraparía, Dafne invocó a su padre y, de repente, su piel se convirtió en corteza de árbol, su cabello en hojas y sus brazos en ramas. Dejó de correr ya que sus pies se enraizaron en la tierra. Apolo abrazó las ramas, pero incluso éstas se redujeron y contrajeron. Como ya no la podía tomar como esposa, le prometió que la amaría eternamente como su árbol y que sus ramas coronarían las cabezas de los héroes. Apolo empleó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para que siempre estuviera verde, como su deseo. 

 

 

 

 

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