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Los niños contemplan para admirar y admiran para aprender. Thomas Mann. 

Para Descartes, filósofo del que hemos tomado el título de nuestro trabajo la admiración es "una súbita sorpresa del alma que hace a esta considerar con atención los objetos que le parecen raros y extraordinarios". Según Descartes, la conmoción sufrida al percibir algo raro o extraordinario origina admiración. Según la Real Academia de la Lengua  admirar es: 

 

1. Causar sorpresa la vista o consideración de algo extraordinario o inesperado.

 

2. Contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algoque llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias. 

 

3. Tener en singular estimación a alguien o algo, juzgándolos sobresalientes yextraordinarios.La admiración y, en especial, la sorpresa, fue especialemte utilizada en el arte del Barroco que podemos observar en el Museo del Prado. La incitación a la sorpresa es una constante en la pintura de la época, que buscaban con frecuencia impresionar y maravillar al espectador.

 

CAMPO SEMÁNTICO DE LA ADMIRACIÓN. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 La admiración Valeriano Salvatierra y Barriales, 1830-1836.

Es una de las 12 esculturas que decoran la fachada principal del edificio del Museo Nacional del Prado. Figura en contrapposto marcado, que dirige su mirada hacia la derecha y hacia abajo, donde se halla un capitel jónico sobre un pedestal, que está desvelando al levantar con la mano derecha el paño que lo cubría. Lleva un túnica larga y un manto convencionales

 

En el Museo del Prado podemos ver muchos rostros sorprendidos, sin embargo, en nuestra selección vamos a intentar combinar ambos aspectos. 

 

 

 

 Santo Domingo y los albigenses (detalle), Pedro Berruguete, 1493.

El libro se mantiene flotando en el espacio de un modo milagroso, dejando admirado al personaje que lo observa. Al tratarse de un libro católico, éste sobrevive a la quema. 

 

 El entierro del señor de Orgaz, copia de El Greco (Anónimo). Siglo XVII. 

 

En el original del El Greco los bienaventurados miran admirados y adorantes a Jesucristo. En esta obra el cura que oficia el entierrro admira sorprendido la ascensión del alma del difunto.  

 

 

 

 La fragua de Vulcano, Velázquez, 1630. 

 

 Apolo, dios del sol, fue al taller del herrero de los dioses del Olimpo, Vulcano, para darle la humillante noticia de que su mujer, Venus, estaba cometiendo adulterio con el dios guerrero Marte. Velázquez representa la reacción del estupefacto y airado esposo, así como la turbación de quienes le asisten en la fragua, esos cíclopes míticos a los que el pintor ha concedido un segundo ojo. 

 

 

 

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